DÉCIO PIGNATARI


Jundiaí-Brasil, 1927 


RUMBO A NAUSICAA

2

Llamar suave al tiempo, Lila,
es consentir que es tarde. Mi nuca
mi brazo derecho y el pulso de platina, nunca
las llamó así la tierra, como en diciembre -no
la tierra
que invade las entrañas indefensas, sino
aquella
cuyo destierro sobre es el flujo de la sangre
¡tan floja! allende los poros, en pos
de algún surco más férreo -vivos
por sortilegio de lo insensible, sin más
imperio que pasar los dedos
por ladrillos blancos, como
un hilo de barba o menguante de uña
disueltos en un vaso: alquimia del llanto.
El soplo y la sangre crean, no
resucitan. Los muertos
aborrecen los llamados de esperanza. Los niños
turban el ordeno Los poetas
conmueven el caos, afligen
el vientre de las mujeres. Y decir
suave al sueno, es consentir: Tarde tus senos, Lila,
son muy tarde, los senos con que ahora

EPITAFIO

Decio Pignatari niño inmenso y castaño con temblores
nacido bajo el signo más sincero y para y per y por y sin ternura
quién te dirá del dominio sobre tus cabellos de los amigos rápidos 
y las veloces mujeres
y los que comen de tu plato
Estás cansado Pignatari y tu desprecio se hinchó como un árbol tremendo
Estás cansado como avasallada enorme puerta abierta y al abrir 
de tus brazos reposas los hombros en amplios arcos de pájaros vagarosos
Lento y hondo es el aire de tus tardes en tus poros
y en él se desenredan hondos y atentos hasta los esfuerzos más asiduos
y si sumerges tu mano en el agua tranquila al agua añadirás la mano 
y el agua
Decio Pignatari niño castaño y mío como un perro grande
que cruza el portón sereno a pocos floreciendo en el jardín su garbo
con la calma grandiosa de las nubes que en la tarde se abren lentas para envolver el aire
despacio tu cabeza desea despacio la superficie sin temores
y tus párpados se inclinan al efluvio de la siesta mundial de inmensos paquidermos que abultan
en la sombra como grandes bulbos insonoros en cavernas dormidas
Mansa dinastía de gestos en las minas duLcificando las intemperies 
de la memoria descansa cual cortejo de crepúsculos antiguos en la turbia cordillera de la semana
Creciente como el cielo de marzo en las almenas de las torres elevadas y
redondas
y a tu propia sombra en el mundo que perdiste descansa Pignatari. 

Traducción de Antonio Cisneros
Extraído de De NOIGANDRES I: Augusto de Campos, Décio Pignatari, Haroldo de Campos.
Prólogo y selección de Hilda Scarabótolo de Codima; traducción de Antonio Cisneros.
Lima: Centro de Estudos Brasileiros, 1983.
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