CARLOS NEJAR


Porto Alegre-Brasil, 1939



DISCIPLINA



Ordenar la muerte,
poner los objetos
de la sobrevivencia,
donde el amor es sólido,
estante ardiente.

Ordenar la muerte,
agitándola, cohesionada,
contra el sur, el norte
y otros contornos,
agitándola, agitándola
y que nada quede
de su rudo golpe,
salvo referencias.

Ordenar la muerte
y aceptarla, nesga,
la nesga, zanja,
descuidada tela,
lluvia que no tarda.

Ordenar la muerte,
desanimarla,
comprimir las tetas
de su oscuridad.

Corza bajo la flecha,
sí, desanimarla,
que ella se agote en nosotros,
asimismo cuando crezca.

Ordenar la muerte.

LÍMITE

Mis muertos, estamos apegados
a la misma herencia.
Pero lo que nos separa
es que se esté adelante.

No les alcanzo
y esta distancia
es la que me hace cautivo.

Hay una cubierta apenas
a ser partida.
Muertos míos,
hay una cubierta apenas
y anchos los sueños.

PURIFICACIÓN

Hemos de exprimir las emociones,
junto a las camisas y pañuelos,
secando todo esto,
para poderlos usar
con provecho.

Hemos de exprimir las emociones
febriles y elevadas
en la hierba o la piedra del vivir,
en el huerto,
lavando estos pedazos
del bien y del mal,
amontonándolas
en la piedra de secada, a lo profundo.

Tal vez el sol.
Antes que esto suceda,
que las pasiones se sequen
y el miedo y los presentimientos
venidos, a menudo,
en el tejido que fuimos y somos,
las Parcas entrarán
en el invierno
y esperaremos,
a depender del tiempo,
del barro, de los elementos,
a depender de hilos, atavíos,
cielo, infierno,
a depender de la suerte
que nos recoge
en balde.

¡El alma! Que el hierro de planchar
el alisado de los errores
¡y ella se limpie, al menos!

Que el hierro alise
sus énfasis, tropiezos.
Y trae las imágenes
en las emociones más bellas,
en las que fueran pisadas.
¡Olvídalas!

El hierro de planchar
en el mundo inaprehendido.
Después,
coser botones caídos
o quién sabe,
coser los símbolos
y la jubilación del día.

¡Que el alma, al menos,
sea saya sin pliegues!

DEL DETAL Y SUS BALANCES

Cerrado por inventario
comprando y vendiendo
al detal de estar viviendo,
comercio del tiempo,
peso mis ambiciones
en la balanza de la muerte
y soy tan extraño a mí mismo
que parezco otro.

Cerrado para el balance
de todas las cobardías
y los actos heroicos —tan pocos—
dispongo las actitudes
y las líneas de fuego
sin armisticio.
Me dispongo en esto
porque el equilibrio
es una camisa de fuerza
en mi cuerpo
y no tengo dónde poner
las ropas de la ambición
a no ser en la maleta vieja
del ático de la infancia.

Cerrado para el balance
del vivir u olvidar.
Cerrado.
Y aún me juzgo eterno,
hijo de otros padres.

Desaparezco y me creo eterno
porque la tierra no me consume;
mi materia es pétrea,
el tiempo no me inmuta,
mi materia es pétrea
como las cosas no nacidas.

Desaparezco y me rehago.
Y eternamente transmuto lo mutable,
manteniéndome esencia, azeña, árbol.
Y por descreer en mí
estoy acreditando, acreditando
en el abismo.

Exterior, como la fachada de un edificio
nazco y muero, al mismo tiempo,
vaso comunicante del todo,
nazco y muero
en la piel y nervios.

El eterno es esto:
cerrado por inventario.

VIDA ETERNA

Esperanza en la vida eterna.
Muevo los libros, respetuoso,
como en palestra,
el ancestral cautivo
de piratas o descendido
hasta la bodega del todo,
por los símbolos.

Los muevo, vigías
de un mundo sobreviviente
del diluvio, del fuego
del juicio final,
con la cabeza rota
de investiduras y concilios,
agitándose aún,
en el tribunal de presagios
o en la cámara de los lores.

Esperanza en la vida eterna.
Y cuando nada más hubiere en la esperanza
como una casa de alquiler vacía;
cuando nada más hubiere en la vida,
taberna sin huéspedes,
tendremos que forjar alguna planta
o ave o meras palabras,
aunque las palabras fenezcan
como las aves y las plantas.

Necesitamos forjar
la conciencia de la espera,
la conciencia de estar en alguna parte
asimismo que no exista, o en alguna casa,
asimismo que en la calle.

Esperanza en la vida eterna.
Muevo mi conciencia
en este tiempo de ventas,
muevo en los libros,
en las lápidas sin escritura,
porque es necesario mover
la máquina atascada,
es necesario mover la vida,
con nuestras dudas,
hacerla tambalear
con las sordas patadas.
Moverla, sí, de cualquier manera
pero moverla
como se quiebran las piedras.

Esperanza en la vida eterna.
Tengo libros por leer,
ríos por cruzar,
procesos por grabar
tu muerte como una fuente,
la lanza al costado izquierdo,
el vinagre,
el entierro en el sepulcro del miedo.
El despertar más temprano
que la aurora: ¡vida eterna!

Sólo puedo esperar, esperar,
noche que no cae.
Los bueyes de la vida eterna
pastan la modorra de los siglos.

Vida eterna,
vida eterna,
me muevo en ti.
Me muevo en tus hijos
como una locomotora
sobre los rieles.

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