LISANDRO CARDOZO

Asunción-Paraguay, 1954



PENÉLOPE

Deshojando nombres

llegué a Penélope.

Me gustó como siempre,

hermosa y serena
en su espera imperturbable.
Su nombre me sonó a estrellas,
a antiguas lecturas de constelaciones,
a mar en las rompientes.
Y la vi caminar por la playa
sobre guijarros calcáreos.
La brisa vino mansa a sus pies
como gaviotas,
como las noches en que deshizo sueños.
Siguió mirando lejos,
los laberintos de fuego
en cada crepúsculo.
Las olas le trajeron
fragmentos de recuerdos,
ecos de batallas lejanas,
y muchas voces conocidas.
Vio Dioses en corceles
arremetiendo al horizonte.
Oyó clarines, fragor de metales
en los robustos trirremes
más allá de los arrecifes.

Y la vi eterna,
recortada en el cielo de Itaca,
escuchando al viento, a las aves,
que traían mi voz
que llamaba su nombre.

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