Cornualles-Inglaterra, 1917-Peterborough, 2003
EN LA TUMBA DE JOHN CLARE
Caminando por el cementerio segado, alrededor de la iglesia cerrada,
caminando entre los robles y los caracoles y las inscripciones mohosas
no pudimos encontrar la tumba, al principio.
Hasta que una chica dijo: “Ahí está, ahí está John Clare”.
Y nos quedamos en silencio, al lado de la piedra dentellada,
una piedra de queso gris.
No había flores para el labrador muerto
cuando el reloj dorado disparó la hora.
Sólo las palabras:
Un poeta nace no se hace.
El pueblo gris perla en el paisaje holandés:
los pasos a nivel y los campos de cebada húmeda.
los hospicios, la escuela, la capilla Ebenezer,
los dos bares, y los carteles
a Stamford, a Maxey
de las páginas biográficas.
Y después, sentados en la iglesia
entre los cojines sin relleno,
y fumando una pipa en la puerta
en Maxey Crossing.
Pensé en el poeta muerto:
en los libros y las cartas en el Museo de Peterborough,
La escritura enorme, loca.
De su modo de caminar, con un pie en el surco,
o corriendo, aterrorizada, como un niño a buscar la leche de Maxey
esperando en cada esquina un Calibán.
De Londres, Charles Lamb y Hazlitt,
la mala gramática, la ortografía, las palabras inventadas,
y la poesía estallando como una bomba de diamante.
Pensé en los últimos días, el viejo
sentado solo en el porche de All Saints en Northampton.
y el poeta muerto marchando lentamente a casa en Helpston.
¡Oh Clare! Tu poesía clara, transparente
como tu bello nombre.
Te saludo con lágrimas.
Y al salir del parque de Parting Pot,
veo una llanta de bicicleta
colgando de las plumas de piedra en lo alto de tu monumento.
en Worlds, seven modern poets, editado por Geoffrey Summerfield, Penguin Education, Middlesex, Inglaterra, 1979
versión © Silvia Camerotto
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