Tesalónica-Grecia, 1931
ANTÍGONA INTERCEDE POR EDIPO
Varones atenienses, ¿por qué nos miráis con curiosidad?
Este es mi padre, Edipo,
que alguna vez fue un gran rey y ahora
vuelve a vuestra ágora herido
por el destino, harapiento y ciego,
tocando su desvencijado organito.
Varones atenienses, cada una de vuestras limosnas
añade otra herida a nuestro corazón.
Los secretos de nuestra Familia se agravan
por los agregados de vuestra imaginación.
Dejadnos en paz, hasta cuándo nos arrastraréis
de aquí para allá, como a un zíngaro con su oso,
mientras los trágicos nos llevan a la escena,
nos asedian con detalles
y preguntan cómo ocurrió eso,
cómo no logró evitar el golpe.
Varones atenienses, ¿no basta
que mi padre fuera poeta,
el introductor del simbolismo,
el que con el epigrama "Respuesta a la Esfinge"
salvó la vida de muchos de vosotros —aparte
del placer estético? ¿Por qué
os metéis en su vida privada
buscando complejos edípicos,
amores ilegítimos
y placeres que prohíbe la moral corriente?
La "Respuesta a la Esfinge" es suficiente.
El resto dejadlo en la penumbra.
Después de todo, él lo hizo sin saber,
mientras vosotros lo hacéis con pleno conocimiento.
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