SARA VIAL


Valparaíso-Chile,1927

SONETO EN TINTA VERDE AL BAR INGLES

Aquí con este Luis inesperado
y con Alvaro, en fin, siempre seguro
y con Carlos Lastarria, airoso y puro,
estoy Valparaíso a tu cuidado.
A tu cuidado, sí, y Alfonso ausente (*)
pero nos llegará, desenfrenado,
después de tanto diario almacenado
en su fugaz destino hacia la gente.
Valparaíso, te reconocemos
nostalgia y vendaval aquí encerrado
mientras guitarra Luis trae a mi canto.
Y somos los que somos y seremos
y la noche es vivir lo que se ha dado
en amistad, fraternidad y encanto.


HOJA EN EL CAMINO


A quien podré decirle que tus ojos
son de color de tren desvanecido,
de estación al pasar, de tronco hendido
en mitades de nidos y de enojos.



Hoy corté una hoja en el camino
y tenía el color de tu mirada,
la coloqué en mi pecho acurrucada
y me puse a esperar lo que no vino.



El mar clama en la noche sin aliento
y eres distraído como el viento
que silba en la soledad por la montaña.



No tienes intención, culpa o sustento,
no eres más que el sol, sólo un invento
de luz que ni me ha visto ni me engaña.



INVIERNO


Un grumete de lluvias me esperaba,
un relámpago verde en tus jardines
y en un olor mojado de jazmines
el arco iris que en el mar giraba.



Una ola de sal desdibujada
los óleos de tus casas suspendidas,
pero el color botaba en embestidas
de nuevas carabelas alternadas.



El canto de la lluvia en tu escotilla
de invierno, el viento norte en la morada
raíz del corazón, y tu amarilla



cañería de ayer, mitad brasero,
olvidado desván donde cantaba
su primera canción



VALPARAISO A LA GIRA


Noches de temporal, Valparaíso, y tú, barco a la gira
procurando no hundirte,
soportando las ráfagas furiosas
en tu cola de zinc,
sosteniendo tenaz
tus inclinadas cubiertas de madera.



Aferrados a tus cerros o mástiles
despertamos en la eléctrica noche
sintiéndonos aislados y lejanos
con el viento llamando
en bocinas de barco
que inunda corredores y terrazas.



Y en el espectro verde del naufragio
el que entra desnudo en un relámpago
con su timón perdido.



Por eso, es tu gemido
de escampavía loco a medianoche
lo que nunca olvidamos.
Nunca como en la furia tempestuosa
eres tú mismo, y te reconocemos
como un trueno cayendo
en los tejados bruscos de la infancia.



Inundado y barroso después del temporal,
tus luces encendidas hasta el amanecer,
desafiando el oleaje que te estrella
sin cortar tus amarras
de óxido y ausencia.



Hemos visto bajar en los torrentes
lluviosos de los cerros
tu pobreza elevada en los andamios
que sostienen los pájaros,
pálidas cacerolas
descascaradas en las nubes,
pedruscos, utensilios que ns muestran
su dramático frío, su golpeada
vecindad con el hombre.



A nadie le sorprende que en invierno
rueden ladera abajo
puertas, ollas, naranjas,
oh. declive mortal para que todo-ruede,
para que todo irrumpa por túneles y escalas.



Mi ciudad marinera, carrusel en el peligro
girando en los tobillos del planeta,.
Huracán, precipicio,
pájaro carpintero allá en el Molo,
organillo de sal contra la lluvia.



Rascacielo de lata clavándome su invierno,
ah, calamina indómita,
cañería sin término sonando a medianoche
con la olvidada lluvia de mi vida. 



Comentarios

Publicar un comentario