La Paz-Bolivia,1821-Arequipa- Perú, 1884
AL ILLIMANI
¡Salve, Illimani! Magestuoso, inmenso,
Solitario, levantas hasta el cielo
Tu frente, que corona eterno hielo,
Do en vano vibra el sol su rayo intenso.
La voz del hombre nunca ha resonado
De tus profundos huecos en el seno:
Sólo al rugir del viento y al del trueno
El eco de tu mole ha contestado.
El águila caudal nunca ha pasado
Los muros diamantinos de tu hielo:
Nunca la leve sombra de su vuelo
Tus fúlgidos cristales ha cruzado.
Unido con los cielos, en la tierra
Inmenso bien derrama tu presencia;
En tu torno difundes la existencia,
Cuyo germen fecundo en tí se encierra.
Miro á tu planta selvas silenciosas,
Do el pino, el cedro y el limón se mecen,
Y en donde al lado de la pina crecen
Pálida aroma, purpurinas rosas.
Las flores su fragancia deliciosa
En honra tuya exhalan, y un presente
De gratitud y amor puro, inocente,
Te ofrecen en el aura vagarosa.
De tu cima descuélgase el torrente
Que al saltar se deshace en leve espuma;
Y aparece al través de blanca bruma,
Un iris nacarado y refulgente.
El agua, que desciende estrepitosa,
Domado su furor, en manso giro
Corre pura, cual es puro el suspiro
Del pecho de una virgen candorosa.
Burlas al aquilón y á las tormentas,
Que en tí se estrellan con furor insano;
Al golpe mismo de la fuerte mano
Del tiempo airado, inmoble te presentas.
El luminar del dia á tí primero
Humildemente rinde su tributo;
Y cuando al mundo cubre opaco luto,
Aun brilla en tí su rayo postrimero.
En la noche serena, tu alta cumbre
Baña apacible con su luz brillante
La luna, que embellece su semblante
Al reflejar en tí su clara lumbre
Hora corona tu elevada cresta
La nube electrizada que se inflama
Al resplandor del rayo, cuya llama
Muestra tu mole colosal enhiesta.
Los rayos que serpean por tu frente
¿Son para tí cual son los pensamientos
De dolor y amargura, que sangrientos
Y horribles atraviesan por mi mente?
¿Ó son cual la guirnalda que las sienes
Ciñe de los mortales venturosos
Que en el bullicio del festin gozosos
Encontrar juzgan sazonados bienes?
Lo ignoro! Pero siento que el delirio
De la pasión el alma ya no agita;
Siento que el corazón ya no palpita
En la voraz hoguera del martirio.
Bajo la fresca sombra de una palma
He buscado á tu planta dulce asilo:
Ya mi pecho se aduerme más tranquilo,
Gozando de la paz la suave calma.
De Jehová el poder en tí se ostenta;
En tí la cifra de su nombre miro;
En tí su magestad sublime admiro;
Su eternidad en tí se me presenta.
¡Cómo! ¿Cual Dios, eterno tú serias?
¡No! que en la tierra todo desparece,
Excepto el alma, ú quien benigno ofrece
Dios en el cielo más dichosos dias.
Cuando El con su soplo te deshaga,
Yo miraré desde el excelso cielo.
En el caos perderse tu albo hielo.
Cual blanca vela que la mar se traga.
SAFICOS
Oh, si en la copa, de amor aun llena,
Logré‚ sediento refrescar mi labio;
Si ya en tu seno reposo mi frente
Si el dulce aliento respiré‚ de tu alma
Tu voz oyendo repetirme - "Te amo";
Si el rostro tuyo su calor divino
Oh! si tu llanto v tu sonrisa he visto
Fijos est n sobre mi tus ojos,
Pegada estando a tu amorosa boca
Si ya he sentido sobre la onda amarga
De mi existencia difundirse el n‚ctar
Que Dios depuso en tu aromado cáliz
Decir ya puedo a los fugaces días:
"Pasad, pasad, que la vejez no temo,
Pasad llevando las marchitas flores
Pálida y triste;
Dejó en mi rostro;
Mi boca amante;
Blanca azucena...
Que me ofrecisteis:
Que yo en mi pecho como don celeste
Una flor guardo inmarcesible y pura,
Flor que tan sólo para mi ha brotado
Sobre la tierra.
Tiempo incansable, si jamás tus alas
de paso mueven la dorada copa,
Siempre del néctar, que el amor me brinda,
Llena hasta el borde,
Oh!, ni una gota derramarse puede!
Nada a mi dicha robarás, Oh tiempo!
Que el pecho amante do fijó sus rayos
Vívida lumbre,
Tiene más fuego que cenizas tienes:
Y el alma mía, de inmortal esencia,
Más amor guarda, que tu noche puede
Guardar olvidos".
BOLIVIA A LA POSTERIDAD
De América al gigante veis dormido!
Dios y la Libertad guardan su lecho.
De Iberia vencedor, venció al olvido
Dejando el solio de la gloria estrecho.
Mientras quede en la tierra algún latido
haya una fibra en el humano pecho,
Se han de inclinar los hombres ante el Hombre
Que dióle vida y me legó su nombre.
Comentarios
Publicar un comentario