RAÚL AMARAL

Veinticinco de Mayo-Pcia.de Buenos Aires, 1918-Asunción-Paraguay, 2006

IX
( EL AMOR )



Algo que se parece

al fuego,

a su imperiosa constancia,

a su llamado.
Una brillazón de palabras,
probablemente
un relámpago,
o un despertar en medio del silencio
subiendo por las sienes
el recobrado asombro
de las cosas,
los ojos en busca de sus puertos
de colores,
las cabelleras sueltas
hundidas en el cielo amarillo,
en los confines olorosos
donde las imágenes no vividas
se apagan con tristeza
llevándose un fragmento de todos,
el asediado perfil
de cada uno.
Una mano,
aquella que distiende sus ramas
en el pecho
y procura una flor
inexistente,
un paisaje sin reflejo,
mientras la trasparente música
que viene de otra edad,
quizá de otra presencia,
allá entre las espumas,
en la inquieta cercanía del aire,
dice el recuerdo
que las lluvias dejaron
en quién sabe qué apagadas orillas.

Algo que se parece
al fuego,
a su alborada,
y que responde a unos pasos,
que contiene la pasión
de unas lágrimas,
el vértice del azar,
el anuncio de una campana
que vuelve,
despierta los sentidos,
trae la melodía del tiempo
rodeando una cintura,
sumándose a su latido,
a su perfecta llama.
Reina
entre leyendas de nubes,
geometría de alas,
hojas, dibujadas plazoletas,
descubriendo día a día
en aquel vecindario
de conciencias,
en las efusiones de la costumbre,
el rostro mutuo,
el sabor de la primera esperanza,
la elegida sombra
de la sangre,
de las renovadas presencias,
que son el revés del vértigo,
la muerte sucesiva.
Reina
como un anillo de bruma
a lo lejos,
anudada al mundo,
sed de hombre, a veces,
en la playa sin término
o nombre, siempre, de mujer,
unido al duelo del aire
con la secreta
alquimia del sueño.

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