ALEXANDER OBANDO

San José, Costa Rica, 1958

MAREA BAJA

Make a tomb
for men and boys…
Allen Ginsberg


Cuando baja la marea
quedan restos de automóviles
sobre la playa, fierros
bañados en plancton y sal.

El muchacho emblanquecido
deambula buscando
latas y vidrios enteros;
y sin embargo,
camina sobre tierra de marisma,
sobre casas barridas anoche
al mar de los huracanes.

Por la playa
va caminando él, Ganimedes,
pantaloneta blanca y sucia,
piernas, llenas de arena.

Encuentra el esqueleto
de un viejo asiento de Chevy
y se imagina,
sentado en él,
cómo hubiera sido ser raptado a otro planeta
por un águila antigua,
por un dios todopoderosa ventisca,
al filo de las ocho
de un jueves cualquiera.

Tal vez asustado,
como anoche;
tal vez invisible,
como ahora.

CONTRADANZA

As I have trod rumorous midnights, too.
Hart Crane


Me decía que su casa estaba
lejos,
ya no sé dónde.

Si hubiera dicho que Puerto Montt
o Aquisgrán
sería indistinto para lo que me
queda de recuerdo;
un cuerpo desnudo, como el suyo,
no tiene otro domicilio sino
yo mismo.

Y esa noche,
hospedado en el vino
bailaba constantemente junto a la ventana.
El overol y el calzoncillo en el asiento
me recordaban a Mille e tre,
a los obreros adolescentes en
los cuartuchos de Verlaine;
Lucien Létinois volteando paja
en una pequeña granja del sur.(1)

Si yo recordara de dónde es,
podría quizá prejuiciar el recuerdo con
el danzón, el trepak o la milonga;
pero no recuerdo su origen
al igual que siempre he supuesto
que lo suyo / era una contradanza,
un baile deshaciendo los pasos hechos;
una forma de viajar hacia atrás
en el amor o la caricia,
como esa noche
junto a la ventana.

Un beso leve en el vaso de licor
que yo sostenía
y luego otro en la pequeña boca;
apenas un suave contacto de labios,
apenas una caricia
sobre la humedad del vino.

Volvía a su danza en medio de las
cobijas y la ropa esparcida,
hasta que horas después,
como un gato ebrio,
se acostaba exhausto sobre mi pecho
a dormir.

Y esa madrugada,
mientras él maullaba suavemente
sobre el lomo gris de la soledad,
yo cerré la puerta
por última vez.


DUCHA Y ADIÓS
Para Yehudi Ramírez


La brisa entra por esta ventana.

Sobre la mesa
el trago de ron
que no pudiste acabar
mientras decís,
apresuradamente,
que debés trabajar el turno de las ocho.

Me he pasado la tarde
pensando en tu espalda como
en la cuenca más llena de atunes,
porque siempre me han gustado
las bocas azules que saltan y muerden
a la menor insinuación del tacto.
Me ha gustado siempre
el intenso oleaje
que producen tus piernas / en la bañera.

La brisa entra por la ventana
y son ya casi las siete y cuarto.

Me decís que te vas a bañar
y a vestir.

Pienso que debo acompañarte
por deber o por costumbre,
pero te vas al baño
y yo aun no me levanto de la cama.

El agua suena como venida desde
adentro de nosotros
y pienso que deben ser
esos peces que te cubren el cuerpo
cuando te salta el agua encima.

La llave da vuelta con un chirrido
y ya no se oye más el
eco subterráneo en la bañera.
(Si acaso,
una gota o dos
desde el tobillo,
por el aire,
hasta la tina).

Te vestís adentro / y al salir,
ya precipitadamente,
decís adiós con un gesto
de la mano.

Veo que llevás el pelo casi seco.

Antes,
solías llegar tarde.

http://circulodepoesia.com/nueva/2012/08/19239/

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