Antofagasta-Chile, 1896-Santiago, 1957
EL CAPITÁN ABANDONADO
Le vino a conocer al final de su vida:
cuando aquella existencia, rompiendo sus cadenas,
por las aguas de Dios iba ya a la deriva.
Pero antes había navegado treinta años
revuelto en la sartén de las tripulaciones.
Fue visto en muchos puertos de colores extraños
y sintió en su cabeza rugir muchos tifones.
Ah, viejo Capitán…, me deslumbra tu vida; y pienso
que si aquí quedar pudo encallada y perdida
fue porque ya cumplió su itinerario extenso.
Aquí duermes en paz, a la orilla del mundo.
Tu grande amigo el Mar rumorea a tu lado.
Oigo alzarse en las noches su gemido profundo:
¿será por ti, oh Capitán abandonado?
En ciertas noches suena como aplauso de una multitud entusiasta,
y el rural cementerio pinta de azul la luna
colgando su linterna cerca de Antofagasta.
Pienso entonces en todos los rudos marineros
que aquí bajo tres pies de tierra están dormidos.
¡Ya solamente son fuegos fatuos viajeros,
y sus vidas romances inéditos, perdidos!
Y recuerdo tu vida, tu imagen y tu suerte,
¡oh, viejo Capitán de cabello nevado!
Tenías buen humor y eras violento y fuerte.
Pero moriste al fin abandonado
por las tripulaciones del mar y tierra firme.
Ahora, antes de irme,
trazo por ti estos versos teñidos de emoción,
aquí donde tu cita final tuviste con la Muerte…
MEJILLONES
Pueblo a orilla de la soledad
caminando irreal por tus áreas de silencio,
pienso en tus flores saladas,
en la arena tibia
y en el órgano del viento;
atravieso por tus días brillantes;
vidrio de mar, añil en el horizonte,
paseo hasta los vivacs de estrellas
que limitan la oblicua planicie de la noche;
la bahía diurna con lobos de hule
y con gaviotas circunflejas
recuerdan mis domingos de adolescente
en el viejo muelle maquillado con brea
y también el balandro de ala única
en el perfil dulce de la costa
con un monóculo de estrella
en la cita nerviosa.
¡Ah, pueblo simple, marcho
múltiples veces en secreto
por tus kilómetros de soledad!
TODOS QUEREMOS NAVEGAR
Entre oblicuas linternas que rayan singladuras
el piloto desdobla el tapiz de los viajes
desde polos de yeso hasta los ecuadores
que zarpan cargados de frutas maduras.
Y los barcos se llevan en sus ramas sin hojas
enredadas como serpentinas
las músicas marinas
hasta el borde azul de las extensas radas
Ahora
frente al puerto
ha venido a quedar anclado el ARCO IRIS
con el casco pintado de siete colores
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