ESE DÍA
Ese día no dudarás por cuál de las puertas del tranvía entrar.
No hojearás las caras de los paseantes,
ese alegre libro, ni siquiera advertirás
que bajaste. Sólo constatarás que los periódicos
ya están en el bolsillo, que el paraguas está levantado en alto y que
estás solo parado en la plaza. Ese día cuando el sol sea
igualmente gris que todo lo demás; ningún pensamiento loco
ese alegre libro, ni siquiera advertirás
que bajaste. Sólo constatarás que los periódicos
ya están en el bolsillo, que el paraguas está levantado en alto y que
estás solo parado en la plaza. Ese día cuando el sol sea
igualmente gris que todo lo demás; ningún pensamiento loco
estás solo parado en la plaza. Ese día cuando el sol sea
se te ocurre frente a la entrada del banco;
sólo pasa de lado de la cafetería porque no
quieres beber nada. Sin ninguna intención paras a la mujer
más habladora, la que te mira con burla y no dice
ni una palabra. Ese día cuando no percibes
al vendedor callejero de lotería. No entras ni a librería
ni a la pescadería, ni en una vitrina miras
a que pareces ahora. Cuando a ninguna pasajera
la imaginas en la cama. Cruzas la calle
para no encontrarte con un amigo o sólo pasas
a través de él sin ninguna consecuencia para los dos.
Volteas la cabeza para no ver la puerta de tu oficina
y no sientes remordimiento. No te paras para escuchar
al hombre que toca la flauta, ni aquel que grita,
sino vas a la parte de la ciudad donde no hay ni altoparlantes
ni sirenas, sólo por todos lados se levantan monumentos
con nombres descamados. Ese día cuando no deseas
regresar sino te hundes profundamente en el silencio.
Cuando
allá te disipas totalmente y ya nadie trata de
encontrarte.
se te ocurre frente a la entrada del banco;
sólo pasa de lado de la cafetería porque no
quieres beber nada. Sin ninguna intención paras a la mujer
más habladora, la que te mira con burla y no dice
ni una palabra. Ese día cuando no percibes
al vendedor callejero de lotería. No entras ni a librería
ni a la pescadería, ni en una vitrina miras
a que pareces ahora. Cuando a ninguna pasajera
la imaginas en la cama. Cruzas la calle
para no encontrarte con un amigo o sólo pasas
a través de él sin ninguna consecuencia para los dos.
Volteas la cabeza para no ver la puerta de tu oficina
y no sientes remordimiento. No te paras para escuchar
al hombre que toca la flauta, ni aquel que grita,
sino vas a la parte de la ciudad donde no hay ni altoparlantes
ni sirenas, sólo por todos lados se levantan monumentos
con nombres descamados. Ese día cuando no deseas
regresar sino te hundes profundamente en el silencio.
Cuando
allá te disipas totalmente y ya nadie trata de
encontrarte.
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