Ciudad de Guatemala,
1786 - Brooklyn-Nueva York, 1869
¿EN QUÉ
CONSISTE, MI SEÑORA MUSA…?
¿En
qué consiste, mi señora Musa,
que
todos pueden hoy ser escritores?
¿Será
este siglo el de la ciencia infusa?
¿Será
que los talentos son mejores?
¿O
será que el orgullo y la ignorancia
nos
dan la presunción y petulancia?
En los
tiempos oscuros de mi abuelo
eran
pocos los hombres que escribían,
y
aquéllos estudiaban con desvelo
las
cosas que tratar se proponían:
hoy
escribe cualquiera su folleto
cuando
apenas conoce el alfabeto.
¡Cuánto
costaba hacerse literato
en
aquella maldita edad de cobre!
A
serlo no llegaba un mentecato
por
más tinteros que agotase el pobre;
pero
hoy es literato y erudito,
el que
pasa su vida en un garito.
¡Malditos
tiempos fueron los pasados!
¡Bendito
diez mil veces el presente!
Sólo
pudo nacer por sus pecados
en los
primeros la cuitada gente
que
estudiando las noches se pasaba,
y el
libro de la mano no dejaba.
En
nuestros días, que envidiara Numa,
cualquiera
perillán, cualquier zoquete,
en
teniendo papel y tinta y pluma,
una
mesa, una silla o taburete,
escribe
sin pensar en lo que escribe,
y el
nombre de escritor toma y recibe.
Pensaron
los antiguos como Homero,
que antes
de entrar al gremio de escritores
debían
ser gramáticos primero,
y
estudiaban los tontos, ¡qué de errores!,
como
si fuesen niños de la escuela,
la
lengua que heredaron de su abuela.
¿Qué
importa conocer analogía,
esa
sintaxis, la ortología vana,
esa
prosodia, ni esa ortografía?
¡Invenciones
de aquel que tuvo gana
de
sujetar a regla los talentos,
pretendiendo
igualar entendimientos!
Mira a
Juan, a Martín, a Bernardillo,
a
Manuel y José, Pedro y Mariano,
que
hicieron de su lengua un baturrillo,
y hablaron
jerigonza en castellano,
sin
haber dedicado una sola hora
a
estudiar la gramática española.
Estos
y otros que todos conocemos,
escriben
y publican sus papeles,
que
corren por las calles todos vemos
en
cubiertas de dulces y pasteles,
o
yacen en los sucios bodegones
sirviendo
de escondrijo a los ratones.
Escritores
han sido los citados
que
nos dieron políticos consejos
de sus
vanas cabezas escapados,
como
huyen de sus cuevas los conejos
sin
temer al lebrel que les atrape,
por
más que se les grite: «¡Zape!, ¡zape!»
¡Todos
estos Tostados fritos fueran!
De su
siglo encomiando la excelencia
las
grandes luces sin cesar ponderan;
pero
en Dios, en verdad, y en mi conciencia,
que si
son nuestros días tan brillantes,
brillan
en ellos grandes ignorantes.
De
Juan de Gutenberg cantan la gloria
por
haber inventado nuestra imprenta,
el
trasto que conserva la memoria
de
nuestra merecida y dura afrenta.
Sin
estos trastos en edad tan culta
mucha
ignorancia quedaría oculta.
La
imprenta ha sido tentación impía
de
muchos ignorantes infelices;
que de
autores tuvieron la manía
sin
saber donde tienen las narices
y nos
sacaron a lucir su pata
porque
era el imprimir cosa barata.
¡Cuánto
mejor el Gutenberg hiciera
en
haber inventado un armatoste
de que
el tonto hacer uso no pudiera,
o que
fuera el usarlo de gran coste!
Así a
lo menos, pagarían caro
los
necios escritores su descaro.
Pero
el maldito Gutenberg aunado
con
sus dos hugonotes compañeros,
todo
el mundo nos trae trastornado;
por
ellos ya no hay sastres, zapateros,
ni
gañanes, siquiera, ni zurradores,
pues
que todos se hicieron escritores.
¿Qué
ventajas nos trajo aquel invento?
Las
artes han perdido muchas manos,
las
costumbres sufrieron detrimento,
ni
artistas ya se encuentran, ni artesanos:
están
sin oficiales los oficios,
y
entregados los hombres a los vicios.
Pues
tantos males nos trajiste, imprenta,
al
demonio te doy de buena gana,
y al
ente sin razón que te fomenta.
Acábase
contigo la jarana
que a
los hombres nos trae tan revueltos
desde
que andan por ti los diablos sueltos.
Lluvia
de rayos sobre el suelo venga,
que
los tipos destruya y fundidores,
y
cuanto al arte de imprimir convenga;
así
tendrán los campos labradores,
volverá
el zapatero a su zapato,
el
sastre a su tijera, el pillo al hato.
Poesías
satíricas y burlescas, 1867
Comentarios
Publicar un comentario