Runtuyoc-Abra
Pampa-Jujuy, Argentina
LOS
ARRIENDOS
Hace
varios años,
señor
tata cura,
que
vengo escuchando
tu
sermón de Pascua;
cada
año la misma
procesión
doliente,
y la
misma queja
que se
va del alma.
Cada
año la tierra
desnuda
y sedienta
nos
quita el granero,
nos
priva del agua;
y en
la altiplanicie
pastores
y arrieros
bebemos
las gotas
piadosas
de tu habla.
—Amados
hermanos—
nos
dices, sumiso.
—Amados
hermanos:
tengamos
paciencia,
recemos
por todos
un Ave
María,
roguemos
al cielo
por
nuestras haciendas.
Amados
hermanos,
repiten
los cerros,
como
conmovidos
por
nuestras plegarias;
hasta
las estrellas
tiemblan
más medrosas,
y la
luna llena
se
pone más blanca.
Hace
varios años,
señor
tata cura,
que
vengo escuchando
tu
sermón de Pascua;
cada
año las mísmas
gotas
de mis ojos,
y la
voz que triste
muere
en mi garganta.
Mas
hoy, ya no puedo
quedarme
en silencio;
de
adentro me dicen
que
grite con ganas,
y
adentro yo tengo,
señor
tata cura,
mis
padres ancianos,
mi
esposa, mis guaguas.
Los
otros, quién sabe,
tal
vez no los tengan,
y si
los tuviesen...
yo no
digo nada;
sólo
Dios, que es grande,
dirá
si merecen
guardarles
respeto,
mirarles
la cara.
Ayer,
por la tarde,
llegaron
al rancho,
con
botas lustrosas
y
espuelas de plata;
a mi
cacchicito,
que
salió a torearlos,
de
cuatro balazos
tiráronle
antarca.
Apenas
me pude
reponer
del susto,
cuando
me gritaron:
—¡Coya
mala traza,
pagá
los arriendos
si no
quieres verte
más
pobre que el diablo
que
perdió las astas!
Y como
temblando
yo les
contestase:
—Perdón,
por ahora,
me
encuentro sin plata,
sin
otros centavos
que
estos brazos fuertes
que
pueden servirles
para
cualquier changa...
Los
hombres de botas,
sin
oír mis ruegos,
en
cuatro minutos
quemaron
mi casa...
Señor
tata cura,
déme
unos remedios
para
estos guascazos
que
tengo en la cara.
JUJEÑITA
Abajeña
linda,
carita
rosada,
mujer
de las melgas,
paloma
del Zapla.
batita
celeste,
sombrerito
‘i paja,
pañuelo
de seda,
zarcillos
de plata.
Un día
de ferias,
bailando
en las carpas,
me
miraste tanto
después
de una zamba,
que
desde esa tarde,
jujeñita
guapa,
pa mi
no pasaron
las
ferias de Pascua.
Por
eso me’i güelto
con
ochenta cargas
a
cambiar tus ojos
por lo
que quisiera
dármelos
tu tata.
Traigo
en mis burritos
mil
kilos de lana,
cuarenta
picotes
y un
almud de grasa,
barracanes
finos,
chalonas
y papas,
sombreros
alones
de
purita alpaca.
Pero
por si acaso
no
afloje tu mama,
le
traigo dos onzas
de
pepitas de oro
de la
Rinconada.
Y si
con todo esto
todavía
se trancan,
tengo
un macho zaino
de
correr guanacos
pa
echarte a las ancas.
Abajeña
linda,
carita
rosada
como
las arenas
que
amontona el huaira.
Mujer
de las melgas,
paloma
del Zapla,
te
ofrezco mi pecho
como
un oratorio
llenito
de guaicas.
Te
ofrezco mi tierra
con
sus llanos anchos
y sus
peñas largas,
mis
cerros azules
cubiertos
de puyas,
perfumaos
con salvias.
Te
ofrezco mi choza
guaillada
con iros,
pircada
con champas;
te
doy, como a nadie,
los
blancos corderos
del corral
de mi alma.
Vamos,
jujeñita,
que ya
tengo lista
la
yegua ensillada;
vendremos
cada año,
pa
cuando haiga ferias,
con
muchas petacas.
Y
entonces, bailando
de
nuevo una zamba,
las
mozas solteras
que se
te reían
lloraran
de rabia.
Vamos,
jujeñita,
ramito
de albahaca,
mi
magre te espera:
la
Puna callada,.
la
Puna tristona,
desnuda,
lejana,
que
esta en las alturas
como
nuestra Virgen
de la
Candelaria.
Abajeña
linda,
carita
rosada.
Mujer
de las melgas,
paloma
del Zapla,
un
día, en las ferias,
bailando
una zamba,
se
quedo mi vida
de
tras de tus ojos
cercaos
de pestañas.
¡MALHAYA!
No
vuelvo a mi casa,
pa qui
vo’a volver
si sé
que mi tata
me v’a
sobar bien.
La
máquina grande
del
tren pasajero,
pitiando,
pitiando,
dejó
con sus ruedas
chancaus
mis corderos,
blanqueando
los güesos
encima
la vía,
lo
mismo que polvo
de
harina cocida.
La
lana con sangre,
con
motas redondas;
no
sirve siquiera
ni pa
hacerse una honda,
ni
pa’hilar en puisca
ni
mismir en palo;
’ta
pior que talega
comíu
por gusanos…
¡Malhaya,
los hombres
que
han hecho tuito esto,
pa
matar la hacienda
de los
campos nuestros.
¡Malhaya,
los gringos!
Pero
y’han di ver
si no
soy guapa
pa
voltearlo al tren:
le
pongo estas piegras
encima
la vía,
y caye
antarquita…
la
panza p’ arriba.
DE
BALDE
Si yo
te contara
no
habías de creyer,
de
cómo de macho
m’hei
güelto mujer,
de
cómo estos ñiervos
de
runa atrevido,
en vez
de estirarse
se han
hecho un ovillo,
cuando
a rempujones
me
sacó tu tata,
dejando
sus manos
marcaus
en mi cara.
Si
¡pucha! yo digo
lo que
es el amor,
capaz
de hacer agua
del
mejor alcohol.
Si ya
me volvía
con
los brazos tiesos…
cuando
tu retrato
se
prendió en mi pecho.
El era
tu pagre;
no
habiá que tocarlo.
(Al
dueño de tu alma,
cuchillo
de palo.)
Bajé
la cabeza
como
un pagre guajcho,
m’inqué
de rodillas,
le
pedí llorando;
le
hablé d’estas manos,
d’estas
manos rudas;
d’esta
frente humilde
tostao
por el fuego
del
sol de la Puna.
Pero
ha siu de balde,
¡de
balde! mi ñata.
Habiá
siu de piegras
el
pecho e tu tata.
De
balde, mi vida,
que
los ojos míos
hayan
dau di pena
más
agua que el río.
De
balde mi boca
si’a
hecho boca’í cura,
y a
largao palabras
llenas
de amargura.
¡De
balde!... ¡De balde!
Si
¡pucha! yo digo:
pa qué
sería pobre,
pa qué
sería indio…
Pero
eso no importa,
noviecita’e
mi alma
qui al
amor del indio,
ni el
frío,ni el cerro,
ni el
huaira lo ataja.
Tomá
mi pañuelo,
secá
tus pestañas,
qu’esas
gotas, prienda,
son
huaicas del alma.
Tomá
mi rebenque,
mi
poncho, mi manta…
¡Vámonos
juyendo
por
las huellas largas!
Vámonos
juyendo
que la
virgencita
de
Punta Corral,
con
las dos velitas
de su
cara blanca,
nos
ha’i alumbrar.
ROMANCE
DE LOS DOS RÍOS
Romance
del Río Chico,
romance
del Río Grande,
con su
voz de flauta el uno,
el
otro con su voz grave,
bajan
lamiendo las breñas,
y
corren besando sauces,
desde
las punas más altas,
hasta
los cañaverales.
Romance
del Río Chico,
romance
del Río Grande,
el uno
de pura nieve,
el
otro de pura sangre,
y
entre la sangre y la nieve,
San
Salvador de Jujuy,
que
Dios la proteja y guarde.
Romance
del Río Chico,
romance
del Río Grande,
porque
es el ruego de un niño
mientras
le pide a la madre
que el
cuente unas de tantas
leyendas
de la que sabe:
- La
de La Madrid, primero,
- Y
por que no la de Guemes
o la
de Antonio Balcarce
- O la
del Sargento Gómez...
que
esta vez no lloro madre.
Romance
del Xibi Xibi,
romance
que nada vale,
si
entre las tejas del ceibo
y la
cal de los azahares
no
aletea la paloma
blanca
y celeste del valle:
la
paloma de Belgrano
que no
hay otra que la iguale
Romance
del Río Chico,
romance
del Río Grande,
el uno
bramando fuerte
el
otro cantando suave
como
si el uno, bramando
rogase
al otro que cante...
Domingo Zerpa nació el 20 de diciembre de 1909 en Runtuyoc,
Abra Pampa, Pcia. de Jujuy. Sus primeros estudios los realizó en su pueblo
natal, luego en Humahuaca y los finalizó en el Colegio Nac. Teodoro Sánchez de
Bustamante de San Salvador de Jujuy. Ejerció la docencia en Buenos Aires
(Chivilcoy) Un poeta que a pesar de haber vivido muchos años fuera de su
terruño, toda su inspiración estuvo siempre en su Abra Pampa, y es considerado
como el más importante de los poetas jujeños. Falleció el 20 de mayo de 1999
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