Ohain (Brabante)-Bélgica, 1901-Uclle, 1980
MARINO TRISTE
El mar con apetito de vientos y mareas.
He aquí que, de repente, sus ejércitos marchan
para una paz de tarde entre los horizontes.
Hermano mío, oye una canción lejana.
Tu hermosa pena vístese de imágenes de Flandes
flores en tu país reemplazan a tu infancia;
No veles inclinado así sobre el océano.
Hermano, oye el estío de los campos que avanza.
Tu mano, con corteza de jóvenes lamentos,
retorna de la hoguera de una caricia vana
que mantiene el silencio cubriéndote de noche.
Dios mío, no es de aquí nuestra estación dorada.
Sin rostro está el amor y la ruta sin árboles,
y la luna del trópico ha roto sus amarras
y sobre ti ha dejado su pálido destello.
Dios mío, sé que el trigo da aquí sales amargas.
Pobre marino, hermano obscuro en esta pena
de no poder coger una terrestre lágrima
de tu amiga, tan lejos de aquí, de aquí tan lejos.
Es tu primer viaje. Saber su precio falta.
POETA ERRANTE
Cuando lanzas la amarra al más tranquilo anhelo,
las sombras del placer sobre las olas yerran,
y miras el océano y le vuelves la espalda,
y miras la ceniza do tu ciudad despierta.
Y vas bajo los arcos de antiguas aventuras
y, el delirio acabado, cruzas vivientes huellas
de vivos y de muertos tal como tú cansados
de tender todo el día las imposibles velas.
Y ya no encuentras el resplandor de la fuente,
ni la sangre del labio donde el beso aun florezca,
ni el canto de ti mismo en medio del pasado
cual niño que una sombra, perdido, en vaho acerca.
¿Qué dedos de locura destrozan tus imágenes?
La calle está sin sol y cambias ya de senda,
tu alma está sin sueño y cambias de razón,
y cambias de morada; por otra tu faz truecas.
Ahora el viento te guía y otro velamen turge,
la vida es horizonte de la crueldad terrena
y til no concluirás el sueño que tus manos
desgarran en la tarde con luz de otras estrellas.
EL POETA Y LA MUERTE
En el país nocturno que atraviesan los vientos
desatados, los vientos y la piedad del mundo,
está abierto un abismo donde aún nada el tiempo,
que dejó enloquecer un poeta en su sombra.
Es un país perdido como un barco inclinado
sobre el mar vacilante que en la distancia sueña,
y es el abismo mismo consagrado a las lágrimas,
la última herida donde el alma ve su vida...
Sus alientos uniendo de la ribera al soplo,
la ola hace su lecho para un próximo amante.
Celeste entonces surge el tierno testimonio
de un ángel que solloza desde una edad lejana.
La espuma es ignorada, aun cuando su obsesión
el corazón a veces balanceó de la tribu
llevada por el canto que jamás se quebranta
y queda cual primer mensaje de virtudes.
¡Oh, fabulosa Muerte, acoge este poeta:
él es el pastor crédulo, por su rebaño amado,
sonriente aún al cabo de recias tempestades,
mas triste si se llama bellísimo a su ensueño.
Sus pasos guía, oh Muerte, por tus tinieblas puras
y, para ti, su carne, dulce captura sea.
He aquí de su mirada el matinal espacio
desarrollando siempre la eternidad del sueño,
y tú también sueño, eres y nunca quieres mal
la eterna claridad que hacia Dios le prolonga .
Llamarle sin rodeos es tu deseo justo,
mas su mirada aún tiene derecho a ser aurora
en jardines de sed donde a morir se viene.
¡NO, jamás!... No procures ahogar hasta las rosas.
Tendida he aquí su frente hacia qué encantamiento,
impaciente la proa por tocar otras tierras
sin mentiras, su proa igual a los océanos.
He aquí su boca donde tiembla aún una luz,
hecha palabra alada de su sencillo orgullo.
Su mano, la conoces, esa isla de caricias
donde reposa el ave ya libre del gran luto
de los otoños. Mira las llaves de su reino;
carga secreta que ya dio la vuelta al mundo;
del errante profeta, en su estelar decoro,
áureas llaves. ¡Oh, sino de un alma fecundísima!;
¿de qué amores colmaste todos estos tesoros?
Al contacto primero con la orilla agitada
por los vientos esclavos de frágiles viajes,
del más allá una hora trae mil años de sueño
a los ojos pendientes de la postrera página.
Oh, Recuerdo, edificio extraño del saber,
templo de amores cuyas saetas no se olvidan.
La fiebre de allí brota, larga esperanza abraza
y salva claridades dormidas en la pena.
Ojivas hasta Dios, columnas del futuro,
de la llanura en medio y de bellas vendimias,
¡cómo eleváis la torre en su ardiente deseo
a pesar de su arcilla y sombra que la cambia! '
En sus pliegues de luto, da el mármol flor entonces
y su carne realízase para la eternidad
que, rehusando la tumba, de un sudario renace.
A tomar vuelve el fuego de un alma ya extinguida.
y el bardo es siempre allí quien toca un poco el mundo
y lo adivina en el espejo que se acerca
para saber... El cielo ,que acaricia aún la roca, '
deja pasar la tarde por los vidriados ojos,
deja pasar la noche por la boca marchita,
por el cuello y la espalda, al lecho encadenados.
Después de los gestos del deseo,
sobre el corazón a traer alas
vuelven las manos que deliran
con juramento de hermanas pálidas.
A liberar este largo silencio
la carne en destierro se prepara;
retoma el tiempo hacia su isla
y queda aquí la luz más diáfana.
Lo recobras, oh tierra, en lo hermoso del día
y es una hora nupcial,
en las gargantas de oro de alegres catedrales,
una hora en el fin de tus labores.
Y ahora, en tu cuerpo, para ti sola él cambia,
eterno parto tuyo,
madre y sepulcro, madre de trigos siempre invicta
en tus tesoros y,tus gracias.
Te amaba él por tus campos, tus selvas y estaciones,
tus caminos de Tierra Prometida;
más allá de ti misma y la sombra infinita,
él será de tu seno la más tierna razón...
¡Adiós, poeta, anillo de estrella puesto en tierra
para unir a la aurora los nocturnos misterios!
Edmond Vandercammen nació en Ohain. En la escuela primaria, se encontró con Robert Goffin y escribió sus primeros poemas a la edad de doce años. Edmond Vandercamen murió en Uccle 05 de mayo 1980. Fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua y Literatura Francesa 08 de noviembre 1952.
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