RENÉ DÁVALOS

Asunción-Paraguay, 1945-1968

LA AMADA

Quise tañerte como una campana de torre o monte altísimo
donde subir fuera un esfuerzo penoso y dulce,
y trajese una alegría en cada instante
aunque sangrasen las manos y hubiera que romper los pétalos

Siempre fuiste de metal o de roca, aun transparentes tus cristales,
yo no pude nunca traspasarlos,
eran obstáculos tus manos a la mirada que quería entrarte
y la sangre bullendo en tu remota vena
no turgía la piel donde la luz del sol se acaba quemándola

Siempre al pensarte
tus formas resistían a la libre evocación de las cosas sin límites
que imaginado quería hacer de ti
Había pensamientos o mentiras duras como piedras que el corazón tocaba
bajo tus pechos subiendo a la vida imposible en esa forma,
y latía sin sangre el perfil de tu vientre acariciado.

Entre los bordes del mundo sin embargo
cosas pequeñas desmentían las máscaras,
la luz del sol brillando como gema
en la pequeña creación de una corola
o el alma desvestida, que se asoma a los ojos límpida,
muda como un relámpago y ansiosa como un beso.

¡Amada! Nunca fuiste antes mi amada,
nunca tan hermosa, tan pura, tan de verdad y leve como el tiempo
como desnuda riéndote sobre las castas sábanas
sin negarte a la vida, sin temerla,
mujer al fin en que los duros huesos se rodean de carne sonrosada
¿No sientes como si te hubieras muerto y hubieras renacido
ya dispuesta al amor que te impregna la carne,
sin temer ya que el alma se postergue o se olvide?

Tocándote desnuda, tu pálida piel encierra la realidad amada
Y más allá de tus pies, tus piernas, tu cabello,
puedo besar tu alma, ya no soledad remota que aparece súbita en los ojos,
sino mirada que tienes viva, soñando en la realidad que te enamora

De Buscar la realidad. Edit. Arandurá. Asunción, 1993

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