VICTORIANO VICARIO


Chile, 1911-1966


ODISEA


Aquí la luna es sólo una paloma,
un lirio apenas de metal o piedra.
Crece la soledad y crece el vino,
y la noche es un río de aguas lentas.
Para morir un dulce sol de abejas
apenas conocido por el sueño,
apenas muerte azul, apenas lluvia,
amor apenas vivo, apenas muerto.
Yo no podría en tu ciudad morirme
entre tanta paloma cenicienta,
entre tantos corceles moribundos
y un solo ángel de arena.
¿Qué dorado orfeón arrastraría
la tarde antigua y las estatuas llenas
de tanto olvido y tanto mar de azufre?
¡Oh!, dorado castigo de agua muerta.
Pero, violín perdido, dulce lirio
quebrado en una euforia de ceniza.
Perdido afán del corazón sin eco
entre violentos soles. La escondida
tristeza asoma su linterna sorda,
y es un ángel de nieve tu sonrisa.

UN POEMA O UNA OLA 

Un poema o una ola, qué más da, si es el ritmo 
del corazón poblado de ciudades y pájaros 
el que hace andar con buen paso los vidrios 
del sueño por los largos hospitales anchados. 
Tú sabes como el tiempo nos aprisiona dentro 
de un margen de desidia o abandonado espanto. 
Pero si nos arrastra la luna, ¿ es que moriremos? 
Flecha pura en la alcoba de un guerrero apagado. 

Buen tiempo, entonces, para morir, si nos prepara 
la soledad un lecho de archipiélagos náufragos, 
y una botella donde el mensaje se oxida 
como las grandes hélices de los barcos anclados. 
La noche. Pero ruedan por la casa los peces, 
y por las escaleras se fuga el sueño anciano, 
y tú te deshabitas de sugerencias puras, 
y caes como un muerto antiguo y desolado. 

¡Recordar cómo caen los héroes! ¡ Y qué héroes! 
Preparándose el féretro de tierra y rosas.Cuando 
la luz sobre los ojos les dibujaba una puerta 
y una casa mecida entre juncos esclavos. 
No es de un corazón la discordia, es del fino 
carillón que te empuja hacia la selva clásica, 
donde duerme enterrada la llave entre las hojas 
y el sol pega su efigie de oro sobre las parras.

PROLOGO AL SILENCIO

Aquí donde estas ruinas levantan su ángel puro,
donde el sol se desnuda como avispa profunda.
Aquí llanto y cadena y madreselva alada,
gimen antiguos muros su gloria adormecida.
Columnas de ancha luna y espacio meditado
más de sollozo están llenas de muerte.
Con su designio soterrado empujan
soledades y tristes espejos sin laureles.
Yo escucho desde lejos su rumor de marea,
su largo espacio ya desvanecido,
sus muertos sumergidos bajo los capiteles,
y el lento avance de un caballo herido.
¡Ah! Flechero invisible, sombra aquí crepitando,
música donde el eco se encuentra desvalido.
Canto tu gloria dentro de una campana seca,
y enciendo un sol amargo sobre tu pecho frío.

LA SOLEDAD Y EL HUMO

Tú no has sabido nada, pero la luz tan vieja me persigue
Y apenas hay alguna puerta, apenas,
Si tú me has dicho: el sol ha muerto.
Hay que encender linternas.
Nadie ha tenido tanto oro hoy día
Y tanta muerte. Llenas
Las manos de jazmines, me has besado
Y te has dormido entre mi voz, apenas

Si supieras como el mar me llama
Con sus cóleras grises y sus negras
Historias de naufragios, estarías
Modificando el sol, por una hebra
De soledad te arrimas a mi sombra
Y es un sollozo de ámbar tu melena.

Había tantos días para amarse
Y tantos soles rotos en la arena
Que te perdiste bajo un rubio esmalte
De caracoles musicales. Era
Mi antiguo amor la soledad, y estabas
Con un ángel y un ancla en la diestra.

Porque si el regresar hubiera sido para morir,
¿Qué río de aguas lentas me llevaría ahora?
Si tus manos no han conocido el lino ni la rueca
Mi corazón insomne te diría
Que se muere en el mar. Y muere apenas.

SEGUNDO SILENCIO

Junto a tu amor la luna estaba apenas
enloquecida de amorosas aguas.
Sobre la noche sin clamor las rosas
bajo tu corazón se desvelaban.
Dueño de tu silencio un eco puro
encima de tus labios despertaba.
Y una amapola ardiendo te ceñía
los muslos de palomas espantadas.

Largos espacios musicales eran
tus bellos dedos amorosos. Blancas
soledades de nieve consumían
el herido silencio de las sábanas.
Todo en ti comenzaba preguntándose,
dónde el amor comienza y dónde acaba.
Dónde el lirio crepita, dónde el beso,
dónde la voz llorosa de las arpas.

Tenías el glorioso mirto blanco,
el fiel caballo de la espuma. Estaba
en tus cabellos toda la ternura
de un sol de otoño que no galopaba.
Y había más ternura cuando un soplo
de soledad huida te quemaba.
Más silencio de sombras y heliotropos.
Más ilusión perdida y encontrada.
Sobre la noche todo era un tesoro
de doliente zampoñas y guitarras.
Y era tu corazón como una ola
que sin morir moría esperanzada.

(De "Fábula de Prometeo")

CANTO PROFUNDO PARA ANGELES ABIENZO

Yo pienso en ti, yo pienso en ti, ¿qué hora de soledad me cubre de mareas?
Qué soledad, qué hora, qué soledad, pregunto,
Me ha llenado de otoño los ojos y las venas.
Tú eres mi sombra, tú, mi sombra iluminada,
Presente aquí, presente y sin consuelo.
Canta en la lejanía tu voz, y una sonata
De sonoras marimbas me sube por el pelo.

Y es necesario ahora vivir de tu presencia,
De tu presencia azul de isla perdida.
De tesoro que nunca me llenará las manos
De corazón nevado, de oleaje y de mirra.
¡Oh! tiempo de la buena virtud, oh, tiempo tuyo
Donde el primer sollozo encontró un pecho abierto.
Y la casa inclinada donde el amor perdido
Camina con la muerte sobre los muebles viejos.

Yo tengo aquí tu especie, tu material caído,
Y es preciso el sonido de una campana pura.
Porque sé que en tu traje de ángel que no muere
Vive mi corazón lleno de extrañas músicas.
Yo he sentido crecer tu muerte, Madre mía,
Y he sentido caer tus párpados de seda.
Qué más da ahora el afán del corazón sin eco
Cuando en la casa giran los espejos sin huellas.

¡Ah! Querida y llorosa sumisión, sí, llorosa
Conjugación de mirto y oro pulido apenas.
Hacia tu muerte voy como ola vencida
Para besar tu sombra pura de madreselvas.
Hoy el día profundo gira en torno el vino,
Gira en torno del vino la soledad amarga.

Y no estás, y no estás tras de los claros vidrios
Llenando con tu voz la casa abandonada.
Yo no quiero creer en tu lluvioso viaje,
Ni en tu traje de niebla, ni en tu origen deshecho.
Como en un sueño vives sumergida y distante
Con un clavel de sombra amarrado en el pecho.

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