ROSAMEL DEL VALLE


Curacaví-Chile, 1900 - Santiago de Chile, 1965


VOLUNTAD 


Esta primavera de frías paredes y de presencias enfermas de sombra
es el ruido secreto que desata los pies en el clima largo tiempo nocturno.
Una paloma en el aire de la nada del pecho
derrama el mensaje sospechado en el temblor de alambre del sueño.
Que el libro de invisible escritura que nadie abre en el miedo de las venas
muestre por fin su dichoso o terrible resplandor de lengua desgarrada.
Que esté oscuro el hombre como el mundo está oscuro,
pero que abra para siempre sus inmensos ojos de viajero que regresa en el día.

HIMNO
(fragmento)
1

Este es el tiempo en que los pájaros
pierden luminosidad y emigran del corazón
hacia otros soles
y tú sabes inspeccionar la soledad
con otras miradas y con otras palabras
que no recuerden la compañía de gorjeos
ni la luz en equilibrios
ni despertares ceñidos por fuegos y sonrisas
quiero un reino tranquilo un reino con música
de viejas estrellas enredadas en los árboles
un reino con la alegría de tus ojos
visitados por cometas mientras duermo
una luz para contemplar el cielo
por donde vienes en la noche que será mi noche
y que mañana será tu noche.
Ahora que las esferas están visitadas
y que los meteoros desprendidos de los años
se precipitan sobre mi cuerpo
fuegos artificiales de las montañas
y de los bosques con leñadores dormidos
visión del ciempiés encendido en los jardines
cultivados por la noche
en el cántico creciente en ti y hermanado en mí
con la sombra que dibujan los pájaros
en la arena.
51Por esta inmensidad levantada entre tus palabras
y mis perseguidas intranquilidades
entre tus conversaciones privadas con las nubes
de los espejos y mis monólogos públicos
furiosa contra el mar interpuesto entre mis batallas
con los años resecos y tus sonrisas
ardiente en la contemplación de las estaciones
que son la hiedra transparente alrededor de mi cuello
leche crepuscular por las sienes del mundo
y torre de David de todas las acechanzas
para tu mirada de paseo por el fondo del mar
en luminosa respiración y los silencios
que celebran la abolición de todo orden
y de toda sombra no transformada en catástrofe.

EL HOMBRE DEVORADO

Venid ahora, oh tembloroso fuego robado por mí,
venid ahora que la sangre inunda la noche
y la altura donde la estrella
pavorosa crece en mí rodeada de visiones y tijeras.
Ahora
que ya no sueño ángeles ni coros, dorados universos,
pasos interrumpidos, silencios mortales,
luces entreabiertas.
¡Venid! Las lámparas de mis huertos te hicieron mío...
Lo oscuro
palpita y vive, mi piel se cubre de hojas y chispas,
mis ojos se hacen maravillosa debilidad,
mi boca cría árboles
y hasta cuando la terrible delicia del abismo
abre sus aguas
los espejos profundos me apagan la sed, y me escucho.
¡Venid! El definitivo asombro se despliega a lo lejos,
entre secretas cadenas y estatuas de ojo ardiente.
Mío es por fin el calor. Mía es la cabellera que se corre
noche adentro en el sonido de un caballo de fuego.

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