JOSÉ MIGUEL VICUÑA


Santiago de Chile, 1920-2007


SER EN EL SER


Ser en el ser, rocío de alborada,
brisa de luz, pupila centelleante,
quédate, risa pura, en el instante
de florecer, esposa enamorada.
Besa la rosa el sol y, desdichada,
corre a morir, herida del diamante.
¡Quédate así! Mas no, sigue adelante,
de tu lozada forma perfumada.
Cógela el día, quémala en su estrago;
siempre, albor intocado, aroma vago
sonrisa, amor serás, y más gloriosa
el ardor de tu pecho succionado
del hijo amante, sentirás llagado
con un aire de virgen orgullosa.

(UNO DE SUS ÚLTIMOS POEMAS)

Feliz marginamiento
Hay un desvanecido feliz marginamiento
que lentamente clava su apoteosis en mí.
Y nada soy, ya nadie; vibración solamente,
objeto en que se mira lo que reste de mí.
Tal es el amor, que toca, que quema y acaricia,
cuando ya nada exista, ni una sombra de mí.

A UN RETRATO

Allí donde el silencio temeroso 
en la espesa verdura se recrea, 
sentí desnuda soledad sin brazos, 
y corrientes confusas, y mareas. 
Hoy veo sombras donde vi armonías; 
negros pinos dormidos, donde auroras, 
y, para siempre, allí donde la dicha 
pudo brotar, hay un retrato mudo. 

CANTIGA

Besa el muro la hiedra (bella ausente, 
beso tu corazón dormido). 
Mana sangre la tarde. 
El musgo, sobre la piedra fría. 
Te detiene la gruta. 
La mano desespera: 
traba sollozos en sus dedos. 
Cisterna, 
negro pozo de linfas cristalinas. 

LA POESÍA

Apareces, bajel entre la bruma, 
como de ayer y espanto, 
claro fantasma, 
desmantelado, ardiendo. 
Eres la noche, turbulenta dicha. 
Eres astros y música de seres. 
Fuego celeste, 
voz de la sombra, 
rómpeme, abrázame. 

ETERNA

De nuestro llanto extraño, 
de nuestra voz de espuma, 
¿qué, sino sombra, nada más que sombra? 
Vino la muerte y se llevó tu boca; 
vino la muerte y se llevó mi pecho. 
Vino la muerte, y con los duros átomos 
de nuestra carne hizo las flores nuevas! 

VALPARAÍSO 

En ti espera caminos venturosos 
ansiosa el alma de emigrar un día, 
y se queda en tus humos laterales 
con su visión de espejos detenida. 
En tu jardín de tráficos y redes 
mi corazón vacila ante los mares, 
y los mares me aguardan y me asilan, 
y un enjambre dormido me retiene. 
La actividad oscura de tus máquinas 
deja un lamento gris en las paredes. 
Los faroles del puerto y las estrellas 
en el mar prisionero columpian sus imágenes. 
En la noche tu cauce multiforme 
hace alardes febriles. 
Tanta vida bullente acaso ignore 
que vigilas el mundo como un ciego. 
Tú pretendes, vecino del espacio, 
domeñar las corrientes profundas del océano. 
En ... 

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