HOMERO ARCE


Chile, 1901-1977



BARCO

Hacia el poniente rosado
partió mi barco una tarde;
mansas, las velas se daban
al viento de la esperanza!

Al beso de su alba proa
el agua virgen reía,
y de su risa de espuma
rosas y estrellas nacían!

Hacia el poniente rosado
mi barco se dirigía,
y antes de surcar su reino
era una rosa encendida!

Oh, qué viaje! Oh, qué rosa!
más puro el de la distancia!
Oh, qué velamen más dado
al viento de la esperanza!

LA VIEJA CASA

Cerca del ancho Maule está la casa
el hogar solariego del pasado.
De su antiguo esplendor quedó esta brasa
que aún mantiene su fuego enamorado.

Como el mar tiene el viento que lo abra¬za
y le cubre de espumas el costado
aquí el amor iluminó sin tasa
un solar de magnolias coronado.

La luna aquí vagó en sus corredores
y un tibio sol erró por el papayo
dejándole amarillos resplandores.

Una vida nació desde otra vida,
y en la heredad besada por el rayo
sigue cantando el tiempo, sin medida.

EL CAMINO

El camino lo anduve sol a luna
sin que nada mi marcha detuviera,
ni la montaña que se alzó importuna,
ni el hondo río de agua traicionera.

Todo lo fui salvando con mis pasos
y la extensión de tierra así medida
me entregó como un árbol de anchos brazos
el constante milagro de la vida.

Así fue -venturoso- hallando voces
hermanas en las puertas del camino
y en la altura el amparo de los dioses.

Ni herido, ni vencido, voy ahora
hacia el punto final de mi destino;
allá, de nuevo, asomará la aurora.

EL POZO

Ay hermano, como tú yo anduve
por la más ancha latitud del mundo,
toqué en la piedra el agua de la nube,
toqué las manos del amor profundo.

Una pequeña lámpara sin nombre
me alejó de las sombras del camino
y pude ver y andar hasta ser hombre,
hasta llegar a pozo cristalino.

Para unos fui canto sumergido,
raíz sombría, soledad secreta,
para otros un pájaro perdido.

Pero si todo sigue y ya no vuelve,
yo quiero ser el pozo de agua quieta
que recibe la luz y la devuelve.

ELEGÍAS

Llegó tu voz y me entregó estos ojos,
llegó tu voz y me entregó este canto.
Pasaron años blancos, negros, rojos,
pasó tu vida y me dejó este llanto.
Tu vida, madre, fue una brasa leve,
un rosal en el tiempo del aroma,
el que ya derribado por la nieve
volvió nieve su vuelo de paloma.
Voy también avanzando hacia el ocaso
y heredero de días ya vacíos
nada podrá abrigarme en su regazo.
¿Y qué puerta pedirte que me abras,
si miras, madre, con los ojos míos
y es tu voz la que se oye en mis palabras?

(De "El Arbol y otras hojas")

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