ARMANDO CHIRVECHES

La Paz-Bolivia,1881- París, 1926


PRIMAVERA


Hoy pienso en el amor, siento la Vida
Bullendo en torno a mí. En cada arbusto
revelase, palpita enardecida
con lascivias y mimos de querida
y yo la miro así triste y adusto.

Las magnolias entreábrense incitantes
Con senos desnudos
En que ponen luciolas palpitantes,
Con raudos vuelos
Y fugaces nudos,
Sus collares nocturnos de diamantes.

En la mórbida tez de los jazmines
columpiase el moscón con peto con oro
y un pájaro canoro,
oculto en el verdor de los jardines,
tañe su flauta de cristal sonoro.

En un añoso tronco que supura
su látex mate como cera vieja,
labra su miel oscura
el blondo reino de una rubia abeja.

De un árbol milenario hasta a una rama,
de una pareja de bayás que se ama,
cuelga el hermoso nido,
cual canasto de bodas

Pasan volando claras mariposas,
Como fuga de rosas.
Se ve, al tiempo que el ave curruquea
un idilio rastrero de escarabajo;
se juntan los de arriba y los de abajo.

Es la vida que crece
En el amor abyecto
Y en el amor que sube;
En el rápido acoplo del insecto
Y en el alzado ensueño de la nube.

Y pienso en el amor. Cruje el follaje
y murmura mil cosas a mi oído
como la fimbria del fular de un traje;
voy cerrando los ojos, adormido,
con la modorra de un deliquio ardiente
y un rostro de mujer que se destaca
sobre fondo de gris... mientras la hamaca
oscila lentamente

MI ABUELA

Es de noche. En la sala silenciosa
flota un alma ancestral y cariñosa:
es la noble figura de mi abuela,
que benigna me ve desde su tela;
retrato al óleo en pálidos colores
que me habla de años idos y mejores.

Sobre el fondo monótono y oscuro,
en la orgullosa vetustez del muro,
destacase con garbo y gentileza...
los dedos largos, finos, inquietantes,
cuajados de sortijas de diamantes;
breve y recta nariz, labios sensuales,
grandes ojos dormidos y orientales
con ojeras; indómitas guedejas
crespas pestañas y sutiles cejas;
en la manta magnífica del pelo,
tan negra como el negro terciopelo,
que en su opulencia majestad oscura
hace más negra la lilial blancura
alto el moño y en él bucles lucientes
cual fantástico nudo de serpientes,
y hendiendo su masa suave y prieta
la gloria de carey de una peineta.

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