MARIA LUISA ARTECONA DE THOMPSON

Guarambaré (Dpto.Central del Paraguay), 1919-Asunción, 2003

ELEGÍA DEL ÁRBOL FENECIDO

Ya no vendrá la luna por las noches
entre la escarapela de las hojas.
Ni el ocaso ha de empañarse
con la alegoría de pájaros cansados
Las estaciones reinarán en el vacío
El sol rodará sus despedidas
en follajes elípticos
Sin el árbol, el río será un intento
de emociones caducas.
Habrán de someterse cien años de experiencia
en el trajín del patio
Se tejerán recuerdos del pasado
con luminosidad de historias
presenciales.
Revivirán los árboles ya muertos
Cantarán los gorjeos olvidados
Se escuchará crujir entre hojas secas
pisadas fraternales por los frutos
Caminarán las siestas de verano
con la vivacidad de horas pasadas
y voces se alzarán. Aquellas voces
tan amadas aún hoy en sus silencios,
cuando la nítida infancia acariciaba
los vagos sueños de imposibles rosas

Este gigante verde ya era viejo
y acortezado de sabias experiencias
Era una inmensa ancianidad de honduras;
una dulce piedad de sufrimientos
El vio partir las cosas bienamadas
Lejos de él velaron ataúdes
Oyó el quejido leve de las cunas.
Fue el aya fiel de estos oscuros amos
que lo miran de hachazos fenecido
Sólo la gratitud de las tristezas
que nos causan sus  últimos descensos
Sólo pena de lágrimas inertes
en su obligada muerte sin retorno
Vivió un siglo de luz y se nos muere,
el verde antepasado, bajo el hacha.

En esta soledad amoratada
que roba al cielo su joyel de hojas,
la luna rondará como un sudario
en los sucesos de su inexistencia
La fría madrugada de relentes
en presencia caerá su partida
y los senderos de entonces, más nítidos
de sol, recogerán la cruel meditación
del que ha partido.

Fue una larga agonía de ramaje,
de pesado arrastrar por el camino
Luego un tramo de luz en las hogueras
hacia el epílogo gris de las cenizas.
En lo profundo de la realidad acontecida
el elegíaco llanto de las penas
que del viejo gigante fenecido
hizo el motivo de su propia pena

1952


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