Humaitá-Paraguay, 1885-Buenos Aires-Argentina, 1929
LA HERIDA SECRETA
Desde la tarde aquella de agonía
En que, por un decreto del destino,
Se cubrió de dolor nuestro camino
¡Qué pavorosa soledad la mía!
Marchábamos los dos por una vía
Escrito estaba, empero, nuestro sino
Rasgado el velo, el desencanto vino
Y mi existencia se quedó vacía
Desde la tarde aquella en que partiste,
Todo está triste, inmensamente triste,
Cual si fuera un jardín abandonado
El corazón me sangra, siempre herido
Y anoche, ¿qué visión habré tenido
Que, al pensar en nosotros, he llorado?
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