NICOLÁS OLIVARI


Buenos Aires-Argentina, 1900-1966

INSOMNIO 

No mintamos más. Clávate en tu angustia, 
no disimules tu opaco gesto, tu tortura, 
el otoño enrarecido en tu alma, 
la inutilidad de tu juventud inicua, 
tu criollismo sin sol... 
El barrio es carne de tu carne, 
y su misma absurda alma, esa, es tu alma.
No mientas más, ¿para qué?, 
aléjate de los círculos literarios, 
y llora, hombre, una vez en tu vida, 
cuando no te ve nadie. 
Ten el pudor de tu lágrima, 
y tu lágrima sea 
blasfemia, 
caló arrabalero, 
perífrasis de artista, 
cualquier cosa que disimule 
tu escepticismo, 
tus amadas que tocan los órganos sexuales, 
tus veinticinco años aburridos, 
tu incapacidad de dar, 
de crear, de amar, de orar... 
No creas en nada y no lo digas, 
muestra tu cinismo como una lápida 
que te soterre en vida... 
Pregusta la muerte en tus chistes suicidas... 
No salgas los domingos de tu cueva, 
hazlo a la noche pegado a las paredes, 
ocupando el menor sitio posible en el mundo, 
para que la vida no te vea y no te escupa. 
No escuches el himno nacional, 
ni menos la fácil polka del ensueño burgués, 
ilumine tu pavés 
-negra bandera del "qué me importa"- 
un sólo verso de Baudelaire. 
Todo está dicho ya. 
No añadas palabras inútiles a las de los periódicos... 
Sé idiota o banal, 
consérvate ausente de tu mal...
y no se lo digas a nadie, ni a tu mujer, 
-ella es chismosa y su carne infecunda propalará tu abulia-... 
Estás solo y estás en ti, 
¿te ves el nauseabundo pozo de ti mismo
la carroña de tus instintos locos, 
de tus quimeras tuertas 
de tus siete amadas estranguladas 
en la cámara oscura de tu original locura?... 
Ponte tu orgullo como tu camisa 
-tu plebeya camisa de zephir-, 
odia mortalmente, odia a fondo, 
con el odio untuoso de los malevos, 
y el mismo odio de las prostitutas... 
Haz el poema de tu animalidad 
cuida estilizar tus podredumbres, 
saca brillo a tus crímenes; 
hay fiesta en la ciudad 
de mis años muertos... 
¡ah los gusanos tuertos 
que buscan mis ojos en la oscuridad!... 
Ciudadano, ciudadano, 
y con veinte siglos de literatura en el pecho, 
disimula... disimula... 
Y ODIA, odia, ¡ah la hora del odio! 
odia, odia, ¡ah! la espera del odio, 
odia, odia, ¡ah! la voluptuosidad del calembourg 
tendido en flecha hacia el que odias... 
el epigrama... el epitafio, la sorna,
la bella calumnia infame que acogota 
la sublime basura humana... 
y luego tu tos... siempre tu tos...


Comentarios