RICHARD ALDINGTON

Portsmouth, Hampshire-Inglaterra, 1892-1962

SOLILOQUIO

 Yo estaba equivocado, bastante equivocado; 
Los cadáveres no siempre son carroña.
Tras el avance,
Mientras atravesábamos las destrozadas trincheras
Que había abandonado el enemigo,
Encontramos, yaciente sobre la posición de fuego,
Un soldado inglés muerto,
Ensangrentada su vendada cabeza
Con su rígida mano izquierda acariciando la tierra
De una hermosura indescriptible,
De colores más delicados que en un sublime Goya,
Y más austero y encantador en su reposo
Que la mano de Angelo jamás hubiera podido tallar en piedra.


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Como una góndola de verdes frutos perfumados
Deslizándose por los canales venecianos,
Tú, la exquisita,
Has entrado en mi ciudad desolada.

II

El humo azul brota
Como arremolinadas nubes de pájaros que desaparecen.
Así también mi amor brota hacia ti,
Desaparece y es renovado.

III

Una luna de amarillo sonrosado en un pálido firmamento
Cuando el crepúsculo es tenue bermellón
Sobre la bruma entre las ramas de los árboles
Eres para mí.

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