Montevideo-Uruguay, 1843-1925
LA VERDAD Y LA GLORIA
Al pié de un monumento destinado
Para ostentar la estatua de un guerrero,
La Verdad y la Gloria se encontraron,
Llorosa aquélla, de crespón cubierta;
Ésta radiante de hermosura y fausto.
— ¿Por qué te encuentro aquí, dijo la Gloria,
Vistiendo Luto y derramando llanto "t —
— Vengo á admirar la necedad humana,
Contestó la Verdad. —
— El caso es raro !
La Gloria replicó, pues yo he venido
A coronar la estatua de un soldado,
Que ya en los brazos de la turba llega,
Y elevada será con entusiasmo.
— I Conoces bien al hombre cuyas sienes
Vas á ceñir con tus divinos lauros 1 —
— No tan bien como tú, que hasta el arcano
Tu mirada penetra luminosa;
Pero ese pueblo que le ensalza tanto,
Sus victorias recuerda con orgullo,
Y me pide que al ídolo admirado
Abra las puertas de mi templo augusto.
Dicen que el bien amó con fuego sacro,
Que adoraba á su patria cual ninguno,
Que era en la paz virtuoso ciudadano,
Y rayo vengador era en la guerra;
Que presintiendo de su suelo patrio
Un destino glorioso,
L.a espada se ciñó de un Alejandro,
Cien pueblos subyugó bajo sus leyes,
Y cien reyes le trajo como esclavos. —
— Para tanto alcanzar ¿ qué fué preciso ?
Preguntó la Verdad. —
— Tú que el engaño
No conoces jamas, dímelo al punto. —
— Escucha, pues, y júzgale entretanto.
Hijo de la ambición y el exterminio
Donde plantaba su corcel el casco,
Un torrente de sangre aparecía
Del formidable acero centellando,
La chispa del incendio todo abrasa,
Pueblos, ciudades, templos y palacios.
¿ No ves la huella do se marcan hondos
De sus legiones los sangrientos pasos?
¿Qué ves allí ? Destrozos y ruinas,
Muerte, orfandad, desolación y llanto.
La Gloria, que esto oyó, se ¡irguió severa
Tendió sus alas, se perdió en lo alto.
Entonces la Verdad, justa, indignada,
Derriba al suelo el monumento vano, .
Y á la turba volviéndose tranquila,
Así le dice con acento airado:
— Si siempre mi opinión se consultara,
¡ Cuánto laurel el pueblo pisoteara !
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