JOAQUÍN DE SALTERAIN

Montevideo-Uruguay, 1856-1926

LA ESCUELA DE LA ALDEA

Cual nunca hermosa, como siempre bella,
La luz del nuevo sol, iluminando
El cuarto de la pálida doncella,
Parece que, jugando,
Rubor tuviera de vivir con ella;

Sus tibios resplandores
La conversan de amor y de ventura;
Mas dócil al deber, aquella hechura,
De perfección y de virtudes llena,
Abandonando el lecho, á Dios las manos
Eleva piadosa, y de su boca,
Rogando con fervor por sus hermanos,
Salen frases dulcísimas, sentidas,
Capaces de ablandar la dura roca
Donde mueren las olas escondidas.

Los ojos elevando
Con esa fe sencilla,
Hija de los que sueñan, esperando
Siempre, con ilusiones de ventura,
Pensaba la doncella,
Sola, triste, sentada
En el umbral de la feliz morada.

Murmullo de caricias infantiles
El hilo interrumpió de su querella,
Y siempre hermosa, como nunca bella,
Con muestras de afección y de cariños
Un beso dibujó, sin aspavientos,
En las frescas mejillas de los niños.

Las gárrulas endechas
Del ruiseñor cantando en la enramada,
Las hojas que, deshechas,
El vendaval arrastra; la balada
De la tórtola triste, son lecciones
De aquella natural filosofía
Que una virgen modesta, dia á dia
Enseña sin discursos ni oraciones.

Del padre que muriera combatiendo,
Conserva con cariño la divisa,
Y hablando á aquella raza de pigmeos,
Vagando en su semblante una sonrisa
Cuyo bosquejo en vano diseñara,
Les muestra los trofeos
Que más de uno conquistar soñara.

Asi, sin aparato,
La escuela de la aldea,
Jugando mucho y conversando un rato,
La pálida doncella regentea,
Y diz que su lenguaje, asaz discreto,
Risueño y persuasivo,
No hay nadie que le escuche sin respeto,
Ni triste que no encuentre lenitivo.

Cruzando la cuchilla,
Los niños van alegres á la escuela.
Madurará el trabajo esa semilla
Que con el viento de los años vuela,
Y volverán al trasponer la aurora
Hombres hechos tal vez, jamas esclavos;
Consolarán el duelo del que llora,
Defenderán la patria como bravos.


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